El absolutismo en Inglaterra fue un sistema monárquico que tuvo un corto y tumultuoso periodo de existencia en el siglo XVII. Durante este tiempo, los reyes ingleses gozaron de un poder absoluto y sin restricciones, lo que les permitió tomar decisiones unilaterales y ejercer un control total sobre el gobierno y la sociedad. Sin embargo, este sistema pronto reveló sus fallas y su incapacidad para mantenerse a largo plazo. En este post, exploraremos las razones detrás del fracaso del absolutismo en Inglaterra y cómo esto sentó las bases para el surgimiento de un sistema político más equilibrado y democrático.
¿Qué fue el absolutismo en Inglaterra?
El absolutismo en Inglaterra se caracterizó por la consolidación del poder en manos del monarca, quien ejercía un control absoluto sobre el gobierno y las decisiones políticas. Este sistema político se desarrolló en la segunda mitad del siglo XV, después de una serie de conflictos como la Guerra de los Cien Años y la Guerra de las Dos Rosas, que debilitaron a la nobleza y permitieron al monarca fortalecer su autoridad.
Bajo el absolutismo, los monarcas ingleses, como los Tudor, gobernaban de manera autoritaria, sin la necesidad de consultar a otros poderes o instituciones. El monarca tenía el poder de tomar decisiones importantes, como declarar la guerra, establecer impuestos y promulgar leyes, sin la necesidad de obtener el consentimiento de otras autoridades. Además, el monarca también controlaba el sistema judicial y militar, lo que le permitía mantener un control total sobre el país.
Sin embargo, a diferencia de otros países europeos, el absolutismo en Inglaterra no alcanzó la misma magnitud. A medida que se desarrollaba el absolutismo en el continente, en Inglaterra comenzaba a surgir un movimiento político que buscaba limitar el poder del monarca y establecer un sistema más equilibrado. Este movimiento culminó en la Revolución Gloriosa de 1688, que llevó a la firma de la Declaración de Derechos y sentó las bases para el desarrollo de un sistema parlamentario en Inglaterra.
En conclusión, el absolutismo en Inglaterra fue un período en el que el poder se concentró en manos del monarca, permitiéndole gobernar de manera autoritaria y sin la necesidad de consultar a otros poderes. Sin embargo, este sistema no alcanzó la misma magnitud que en otros países europeos y eventualmente fue limitado por movimientos políticos que buscaban un mayor equilibrio de poder.
¿Cuáles son las características del absolutismo en Inglaterra?
El absolutismo en Inglaterra se caracterizó por la concentración de poder en manos del monarca, quien ejercía un control total sobre el país. A diferencia de otros países europeos, en Inglaterra el absolutismo no fue tan extremo, ya que existían instituciones y leyes que limitaban en cierta medida el poder del rey.
Una de las características del absolutismo inglés fue el concepto de “Rey in Parlamento”, que establecía que el monarca debía gobernar en colaboración con el Parlamento, aunque en última instancia él tenía la última palabra. Además, se estableció un sistema de leyes que protegían los derechos y las libertades de los ciudadanos, como la Carta Magna y el Habeas Corpus.
¿Cuánto duró el absolutismo en Inglaterra?
El absolutismo en Inglaterra tuvo una duración aproximada de 23 años, desde 1625 hasta 1648. Durante este periodo, el rey Carlos I gobernó de manera autoritaria, con un poder absoluto y sin rendir cuentas a ningún órgano legislativo.
Durante su reinado, Carlos I buscó fortalecer el poder de la monarquía y restringir los derechos y libertades de los ciudadanos. Implementó políticas fiscales opresivas y se enfrentó constantemente con el Parlamento, lo que generó tensiones y conflictos políticos en el país.
Sin embargo, el absolutismo de Carlos I llegó a su fin en 1648 con la Guerra Civil Inglesa, un conflicto armado entre las fuerzas leales al rey y las fuerzas parlamentarias. Esta guerra culminó con la victoria de las fuerzas parlamentarias y la ejecución de Carlos I en 1649. A partir de este momento, se instauró la República de Inglaterra, liderada por Oliver Cromwell, que puso fin al periodo de absolutismo y sentó las bases para la posterior restauración de la monarquía en 1660.